Dicen las malas lenguas que solo las personas inteligentes piensan. Dirán lo que quieran, que en su derecho están, pero pensar lo que es pensar lo hacemos todxs. No hay vuelta de hoja.
Otra cuestión o debate es cómo pensamos; si lo hacemos bien o mal. Tradicionalmente, se ha vinculado el hecho de pensar mal con una estrategia “inteligente” de protección, prevención o incluso videncia (no sé si es broma o no). Por otro lado, se ha vinculado el hecho de pensar bien con ser benevolente, inocente e incluso, permíteme el atrevimiento, tontx (me han quedado ganas de utilizar otra terminología pero no predicaría con el ejemplo que mis hijos andan cuestionando).
Pues eso, que nada más lejos de la realidad. Pensar bien o pensar mal se basa más bien en la forma de enfocar. Y es aquí donde te hablo del concepto de UTILIDAD.
En este punto es importante tener en cuenta que nuestra situación puede condicionar y de hecho condiciona notablemente nuestra forma de pensar. Por ejemplo, ¿Crees que piensas lo mismo un día que las “cosas” te salen bien y otro día que las “cosas” te salen mal? En general no.
Voy a ser aún más concreta y te voy preguntar: Entonces…
¿Crees que piensas lo mismo de ti, de la vida, de la sociedad, etc. cuando estás desempleadx a cuando estás ocupadx?
Es muy probable que no.
¿Cuáles son los pensamientos más comunes que tiene una persona ocupada? Muchos de ellos probablemente se centren en su actividad, relaciones personales y profesionales, expectativas y áreas de mejora, etc.
¿Cuáles son los pensamientos más comunes que tiene una persona desempleada? Por mi experiencia profesional sé que la mayor parte se centran en cuestiones como penalidades, dificultades para encontrar empleo, injusticias del sistema, quejas, emociones desagradables, falta de confianza en uno/a mismo/a, etc.
Pues mira: los pensamientos condicionan nuestras emociones y nuestras acciones. Una persona desempleada que pasa más tiempo pensando en los problemas para encontrar trabajo que en las soluciones para conseguirlo se está autosaboteando.
Te lo argumento:
- Pensar continuamente en problemas nos debilita, agota y desmoraliza. De alguna manera esos pensamientos multiplican el impacto y la importancia de esos problemas. Pensar en el problema no está mal; lo que no es útil ni adecuado es darle vueltas y vueltas como si así lo fuésemos a solucionar.
- Pensar en problemas es crear más problemas y alejarnos de la solución.
- Pensar y hablar continuamente de los problemas es el mejor repelente de personas que nos pueden ayudar.
¿Qué hacer? Piensa en el problema como si fuese (que lo es) un reto a afrontar y dedica la mayor parte de tu tiempo a pensar y accionar alternativas de solución. Cuéntale a los demás lo que quieres conseguir y qué estás dispuesto/a a aportar. Sé tu mejor apoyo y déjate orientar.
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Imagen: Pixabay